Carta abierta: Nosotres no se escribe con X

Carta abierta: Nosotres no se escribe con X (en PDF)

(Editado para agregar la fecha de primera publicación.)


12 de agosto de 2021

 

Nosotres no se escribe con X

 

 

El 21 de julio de 2021 las voces autoritarias y sus ecos me invitaban a celebrar el día 975 de la violencia y el gaslighting institucional hacia mi identidad. A dar mi opinión nunca me invitaron, pero la compartí a RENAPER en una nota a principios de diciembre de 2020, expresando mi voluntad y mis argumentos en contra de una asignación de sexogénero en el Documento Nacional de Identidad (DNI) para todas las personas. No recibí respuesta. Tampoco invitaron a personas nobinarias u organizaciones que les representan al acto pensado para que algunes recibieran sus DNI en silencio. (Quienes se expresaron lo hicieron en desobediencia y no por invitación.)

La Ley de Identidad de Género (LIG) declaró la obsolescencia del campo “sexo” del DNI, pero a les cis les está costando casi una década entenderlo, y es quizá gracias a eso que la dejaron pasar. Lamento que muches compañeres trans todavía internalicen la idea de que merecen menos, y por eso piensen que no tiene nada de malo ser asignade un sexogénero al nacer (le llamo así porque este “sexo” es un género que se decidió por clasificación binaria de genitalidad externa, porque tiene relación unívoca con el género asignado y porque determina innumerables atribuciones de género incluso mucho antes del momento del registro). Esta asignación es todo lo que está mal del sistema de opresión que llamamos género, y el campo “sexo” del DNI solo perpetúa esta opresión. La existencia de una asignación externa del sexogénero (en innumerables aspectos de la vida humana) es lo que define la existencia del término trans. El 100% de las personas registradas somos asignadas un sexogénero arbitrario al nacer, pero lo dejamos pasar porque los “errores” parecen pocos. Pero reducir el error a cero no tiene costo. Si nadie fuera asignade un sexogénero, entonces el 100% de las personas estarían libres de un sexogénero asignado incorrectamente al nacer. Lograr esto solo en el DNI parece algo menor, considerando cuán fuertemente entretejidos están los mandatos de género en la sociedad, pero no hacerlo no es una opción. Eliminar el sexogénero del DNI no es una condición suficiente para eliminar el odio, pero es una condición necesaria para eliminar un gran número de violencias.

La posibilidad de cambios binarios de sexogénero registral fue una de las primeras turbulencias generadas por el tsunami que es la LIG. Cambió la vida de muchísimas personas. Me permitió preguntarme si yo también podría tener el mismo derecho a la identidad. Sin embargo, el optimismo fue tan apresurado que parece que nos conformamos con menos violencia y no con eliminarla de raíz. Deberíamos enojarnos por habernos dejado engañar por el cistema con C, hasta el punto de creer que una persona trans debería sentirse validada cuando recibe un DNI adecuado ¡muchos años después que una persona cis promedio! (Excluyo aquí personas cis oprimidas en otras dimensiones, como las migrantes.)

El cistema nos dice: “Te asignamos un sexogénero al nacer, sin tu consentimiento y sin necesidad, y esto te violentó durante años: agradecé que ahora te damos la ‘libertad’ de que vos ‘elijas’ que te asignemos el otro género. Ah, y va a seguir siendo un dato público”. Esto se conoce como gaslighting: una persona o entidad violenta te manipula para que cuestiones tus creencias y tu percepción de la realidad, de forma que no tenga que hacerse cargo de sus violencias y pueda seguir violentándote.

Hoy también tenemos esa libertad lite de que nos impongan otra cosa pero con la supuesta ventaja de que el binario es opt-out. “Te asignamos un sexogénero al nacer, sin tu consentimiento y sin necesidad, y si después no te gusta, podés cancelar tu suscripción gratis con una X”. Pero no es gratis. Al menos en el corto plazo, esto presenta una gran vulnerabilidad porque, insisto, el DNI es público. Nadie puede elegir ocultar dato alguno del DNI a determinadas personas o entidades, que en la práctica son arbitrarias. Se supone que es un avance en derechos humanos que puedan seguir discriminándonos. Eso también es gaslighting.

Desde 2018, el Estado me impedía hacer un trámite que requiriera DNI debido a que el Estado me impedía tener un DNI. Hoy el Estado ha prometido dejar de impedírmelo. Me preguntan si celebro esto. Gaslighting.

Voces autoritarias dicen que sería bueno que no se consigne el sexogénero. Tienen el poder de hacerlo. No lo hacen. Gaslighting.

Gaslighting. Como un ex tóxico. Una X tóxica.

Era muy difícil, había que adecuar muchas normativas. ¿Cuándo nos jubilamos? ¿Cómo nos tiene que reprimir la policía? ¿Cómo adaptamos y marketineamos el punitivismo para todes con perspectiva de género 2.0?

Sé que la jubilación es un tema de la clase trabajadora y desprecio las comparaciones, que frecuentemente se utilizan como armas para enfrentar a distintos grupos oprimidos, que nunca son mutuamente excluyentes. Pero sabrán entender que para la mayor parte de las personas trans es difícil preocuparse de una jubilación cuando no logran imaginarse con un trabajo en condiciones dignas. Cuando las preguntas son importantes pero distintas:

¿Cuándo me voy a jubilar?

¿Viviré para jubilarme?

¿Me matarán? (¿Será un policía? ¿Quién saldrá a marchar por mí? ¿Quién no?)

¿Dónde está Tehuel?

Las preguntas que elegimos hacernos tienen que ver con quiénes somos. Por eso hemos dejado de creer que la ciencia es universal y objetiva. Yo, con ciertos privilegios, con un trabajo que me paga por hacer preguntas pero que no quiere que pregunte por qué no tengo los mismos derechos laborales que otras personas, tampoco he dedicado mucho tiempo a indagar sobre esa idea lejana y difusa de una jubilación. Y es que soy une de tantes becaries, que trabajamos hasta 8 años produciendo en situación de precariedad laboral para el CONICET, una de las instituciones científicas más prestigiosas del mundo, y ningune tiene aportes. La institución tiene el nuestro. No puede existir sin nosotres. Es una historia muy antigua.

Pero me confundí de tema. Se me confunden las violencias. También me violentó un hombre dentro de CONICET, por su jerarquía, porque las exigencias recaen de forma diferente sobre diferentes cuerpos y los cuerpos violentados tenemos que producir igual que los que violentan, mientras nos violentan. Sigo desviándome; estoy confundiendo algo personal… pero las jerarquías son colectivas. No sabemos desjerarquizar la ciencia ni el género. Se nos mezclan las cosas. Sabrán disculpar mi confusión… nuestra confusión.

¿Por dónde iba? Garantizar derechos es difícil.

Ah, es que son los tratados, son las máquinas.

Dejé de decir que mi trabajo se relaciona con inteligencia artificial, no solo porque desprecio con intensidad la ficción —saturada de capacitismo (y otros ismos)— de inteligencia (y, con un poco menos de intensidad, la de artificial), sino porque me cansé de que me preguntaran “¿algún día nos dominarán las máquinas?”. Ahora tengo ganas de que me lo pregunten de nuevo, porque responderé con entusiasmo que sí, que hoy se niegan derechos aduciendo que hay que respetar estándares subordinados a máquinas. Los estándares son máquinas. Les diré que hoy existen tecnologías con el potencial de permitir la identificación de forma extremadamente segura, sin intermediaries (sin autoridad) y sin exponer datos irrelevantes. Pero nos dominan las máquinas. Máquinas que son chivos expiatorios de otras máquinas, las de la opresión. Y cada vez somos más quienes sabemos cómo funcionan. Tenemos otras herramientas y por eso podemos desmantelarlas.

Tenemos el conocimiento y no lo aplicamos. Sabemos que los datos que se deben registrar son los relevantes a cada contexto. Por ejemplo, los datos de características sexuales (no confundir con sexo biológico binario, que es construcción social) sirven para historias clínicas y estudios de ciencias médicas. Los datos de identidad de género sirven para censos, estudios de ciencias sociales y también de ciencias médicas (por relaciones causales entre la opresión y la salud). El género gramatical (representado a través del pronombre o los pronombres) es el más ignorado, a pesar de que es el único que sirve para saber cómo dirigirse a cada persona, y estimo que este dato podría fácilmente reemplazar campos de sexo o de género en muchísimas bases de datos en las que posiblemente sea el único dato relativo al género realmente útil. Necesitamos hablar de la intersección entre género y la protección (y propiedad) de datos personales. Nunca vamos a tener derecho al respeto de la identidad de género sin autonomía y protección sobre nuestros datos. Nunca vamos a prevenir y erradicar violencias sin investigación, estadísticas y decisiones realizadas sobre nosotres y por nosotres.

Disiento con compañeres que creen en la narrativa de que visibilizar un puñado de identidades —en un plástico de identificación, no de identidad— va a solucionar los problemas causados por un cistema de opresión. No quiero que una autoridad me diga quién soy. Quiero que deje de (pretender) decirlo. Quiero niñes (no “niñeces”, no sustantivos abstractos, sino personas) más libres. La libertad de hacer cesar una violencia no es la última libertad; quiero la libertad de que nadie sufra nunca esa violencia. No nacemos con 18 años, trabajo, vivienda, total autonomía y un entorno libre de violencia, pero algunes parecen creer que es así y así ignoran que los derechos tienen que ser para todes. No escribo para acusarles. Escribo para invitarles a reflexionar.

Ni el Estado ni partido político alguno nos van a devolver el amor que nos negaron.

Cuando hablan de tener miedo a lo que les hace el Estado mientras se sacan fotos sonriendo con el presidente, eso no es amor. Cuando hablan de “campo abierto optativo” para dar permiso a les otres para optar por la opresión, eso no es amor. Pedir que respetemos diferentes posturas cuando la postura no nos respeta no es amor. Me cansa verles sometides dando gracias a una autoridad por excluirnos un poco menos o matarnos un poco menos. Hay que reconocer esta manipulación, este gaslighting, para cuestionar esa relación violenta y recordar que el amor viene de une y de les pares, y que el amor es revolucionario, o no es amor. Parece contradictorio que existan nobinaries conservadores, pero lo contradictorio son las teorías y no los datos. No me hablen de teorías a medias. No me hablen de ser validades por quienes tienen poder. Tanta falta de solidaridad es inaceptable. Quiero que me hablen de amor y de revolución, y sé que no soy le únique.

No quiero que otres sean lo binario. Quiero que me ayuden a explicar que las jerarquías no son para nadie y que lo normal no existe. Quiero que les expliquen a les reaccionaries —binaries y nobinaries— que esta desigualdad de poder no se elimina con una tregua inestable, porque se va a caer. No quiero cadenas o una celda con mi nombre, o con la palabra que elegí para protestar estas cárceles. Lo opuesto a una jerarquía es la ausencia de esa jerarquía. Puedo y quiero ver la X como una ruptura irreparable en una triple jerarquía cisheteropatriarcal. Sin embargo, una ruptura no es una explosión. Es el camino largo y difícil. Y es doloroso escuchar a les compañeres diciendo que una celda —un dato, una prisión— es el mejor o el único camino.

No pediré disculpas por limitarme a expresar un ligero alivio y no celebrar como el cistema espera. Ni por seguir sintiendo este dolor ante la traición y el autoengaño de quienes están en la misma lucha. La estructura se torció un poco, la jerarquía sigue en pie, y sostengo que es necesario derrumbarlas a todas en solidaridad unes con otres. A los fines del género neutro, la X es difícil de leer e imposible de pronunciar. No la interpretan los lectores de pantalla. Por eso decidimos hace tiempo que es mejor dejar de lado la X, que nosotres se escribe con e. Sé que son acuerdos y procesos, y lleva tiempo que todes se enteren; por eso lo repito. Hoy parece que las X nos persiguen, nos marcan, nos tachan, nos amordazan, nos apuntan. No queremos esa celda —ninguna celda. Por eso, insisto, nosotres no se escribe con X.

 

 

Jan Strappa Figueroa